Protección

sábado, 25 de agosto de 2012

Castillo de las Almas (Sueños - Parte I)



 

Caballero de armadura plateada, capa ribeteada con oro, entra en la sala principal del castillo. Enfrentándose a su destino. Ante él, su vida, diferentes figuras, vidas, esferas de luz y humo.

En el centro, un trono, sentado en él, una de las figuras, quizás no la más brillante pero sí la más compleja. El caballero podía observar mucho más detalle y matiz, cada pequeña curva y ondulación era conocida.
La figura se levanta, se va volviendo gris, se seca, se hace piedra. Sostiene en una mano su esfera, en la otra, algo rojo ensangrentado, algo vivo. Llega a la altura del caballero, a unos pocos centímetros, justo para que él pueda observar que está llorando muy angustiada, expresándolo todo, pese a ser una piedra de lápida. Le entrega su esfera y el objeto rojo, nada menos que un corazón, pero no uno cualquiera... es el del caballero.



Un abismo se le viene encima, cae sobre sus rodillas, siente un vacío en su interior, le han arrancado lo más importante de él... mira a su alrededor angustiado. Tan solo puede ver sombras, tinieblas, las figuras parece que ya no brillan, al menos él no puede ver su luz. Se siente completamente solo, tendido en el suelo, nadie parece querer ayudarle.

Pasaron lo que le parecieron siglos hasta que una de las figuras se fijó en él y acudió a su auxilio, pero ajena completamente al motivo de su dolor. Su sonrisa pudo hacer que el caballero pudiera ver poco a poco, así pudo ver la tremenda luz que desprendía su esfera. Entonces se dio cuenta de que su corazón, pese a todo el dolor, seguía latiendo, con poca fuerza, pero parecía estar recuperando algo de su anterior vigor.

La figura se alejó hacia su posición anterior, lentamente, sin dejar de sonreír, de mirarle con sus ojos tan brillantes como la esfera que sostenía. Se fue deslizando hasta una parte de la sala alejada de él. El caballero se vio obligado a levantarse, arrastrándose como pudo hacia donde estaba, mientras iba descubriendo detalles de su esfera, podía comenzar a ver detalles de ésta también, como pasó con la primera. Sentía como la esfera lo iba atrayendo, quería tocarla con sus dedos, pero por más que avanzase la esfera estaba igual de lejos. Se quedó observándola de lejos. Sufriendo de nuevo por no encontrar a nadie que pudiese hacer algo con su corazón agonizante. Al menos sentía que seguía vivo ahora...



El caballero se quedó sentado, por el centro de la sala, observando las figuras, las esferas, los juegos de luz y sombra, maravillado por la belleza que podían llegar a desprender. Pero no sabía qué hacer, más que esperar... Las figuras le hablaban, le hacían sentir bien durante unos momentos, le hacían ver que, pese a su situación, podía sonreír como hizo tiempo atrás.

Pero el caballero se iba a dormir todos los días con un corazón fuera de su interior y la última imagen antes de soñar siempre era un rostro de piedra llorando...
De no ser por las figuras, las cuales estaban ahí día tras día, también él desearía convertirse en piedra y que sus lágrimas dejasen de brotar.

Las esferas son demasiado brillantes como para siquiera pensar en eso, siempre hay un motivo para levantarse con una sonrisa, dejarse deslumbrar por los demás. Y jamás olvidar, que cada uno tiene su propia esfera, aunque esté oculta entre dolor y veneno.

Encuentra las esferas por el mundo, comparte tu luz con la suya