Protección

domingo, 3 de marzo de 2013

Theia


 
Hoy es un día aparentemente como otro cualquiera, no parece especial. Pero es el día perfecto para demostrar que cualquier excusa es buena para mostrarte lo que siento. La semana pasada hicimos 5 meses, el tiempo que he estado contigo ha sido muy especial, lo ha cambiado todo. No te sabría decir si me parece que llevamos mucho o poco. Las experiencias contigo las guardo como tesoros en mi cabeza, en especial cada segundo que he pasado a tu lado. No sé si me parece mucho o poco pero miro atrás y lo veo todo muy lejano, sé que contigo se ha abierto una nueva etapa de mi vida, eres el cambio que necesitaba.


Esta etapa comenzó, y de ahí las primeras frases que has leído, hace exactamente 23 semanas, un domingo también. Sí, un 3 del 3 hacemos 23 semanas. No soy una persona que crea en el destino como algo que dicta tu vida sin tenerte en cuenta, pero sí creo que cada uno se construye el suyo propio. Puede que nuestro destino, el pasado, el momento justo, nos haya llevado a vivir lo que estamos viviendo. Me gusta pensar en esas, a veces increíbles, coincidencias que se dan en la vida. El buscar magia en lo común, y no hay nada más mágico que lo que une a dos personas que se entregan el uno al otro, permitiendo que se adentre en los rincones más secretos de su interior. Ahí es donde reside la fantasía, los sueños, las esperanzas y anhelos de cada uno. En definitiva, lo mejor de cada persona. Hoy, al ser un día de tanta casualidad y también por ese destino y fantasía que nos une, quiero contarte una historia:



Resulta que el planeta Tierra, en su creación, comenzó siendo un cúmulo de rocas, meteoritos colisionando que fueron formando, poco a poco, un nuevo planeta girando al rededor del Sol. Pero ese planeta no era, ni podía llegar a ser, lo que es hoy en día, no existían las estaciones del año, todos los días eran iguales, la noche seguía al día, siempre con la misma duración, algo estable, pero en realidad muerto, no había vida, no había belleza en ese planeta. Y así habría seguido por millones de años, como algo triste, pero con el potencial de ser algo increíble. Pero entonces todo cambió.



 Inesperadamente la Tierra se encontró en su misma órbita con otro planeta, Theia. Este segundo planeta fue aproximándose cada vez más a la Tierra hasta que, inevitablemente, colisionaron. Los dos planetas se fueron fundiendo en uno solo y de todo ese caos surgieron cosas asombrosas. Theia inclinó a la Tierra exactamente 23 grados con su colisión, esto provocó el comienzo de las estaciones, de primaveras e inviernos. Dotó a la Tierra con la posibilidad de albergar vida. También frenó la velocidad de giro, calmó de alguna forma al antes nervioso planeta, hizo que los días fueran más largos, que el Sol pudiera bañar con su luz y calor cada rincón del mundo. De la colisión también se desprendieron muchos fragmentos que comenzaron a orbitar, formando al cabo del tiempo la Luna. Una parte muerta de la Tierra le fue despojada, y por las noches siempre se puede ver, la misma cara, como recordatorio de lo que una vez sucedió y también de cómo era antes nuestro mundo. Es algo que no hay que olvidar, que nunca se olvidará del todo, la Luna se reflejará siempre en los lagos y aportará su equilibrio de alguna forma a todo. Aunque, curiosamente, como algo más simbólico que significativo, la Luna se aleja cada año de la Tierra 3 centímetros exactamente.


Con esta historia, completamente real aunque haya añadido algo de fantasía, he querido construir una metáfora de nosotros. Porque tú, Theia, te cruzaste inesperadamente en mi camino, entraste en mi vida como colisionando, con toda la libertad de llegar hasta lo más profundo de mí mismo. Convertiste con ese choque, con ese 23, el cambio que necesitaba para poder ser algo maravilloso. Pero recuerda que ya no es sólo la Tierra, no soy sólo yo, Theia se fundió formando uno solo, es nuestra relación, los dos unidos, los que somos capaces de cosas increíbles. También tú sacas de mis entrañas todo aquello que me hizo sufrir, haces que me sea más fácil alejarlo, no olvidarlo, pero sí vivir con ello en armonía.
Al igual que luego pasó con la Tierra, lo más emocionante está por llegar, la relación se irá formando, creando paisajes, momentos bellos, fechas inolvidables... Y todo eso será juntos, la formación no ha hecho más que empezar.


Así que finalizo diciendo que soy feliz porque la vida ha hecho que nuestros caminos se crucen, que eres cada vez más parte de mí y el deseo e ilusión de caminar juntos y construir nuestro destino.
Te quiero. 

miércoles, 2 de enero de 2013

El Ave y el Camino





Quise conquistarte, pero nunca fui un felino al acecho para capturarte entre mis garras y no dejarte escapar. Lo mío fue más ser ave, había visto cómo era el camino hacia delante, había visto lo precioso que podía ser si venías conmigo, lo vi todo en perspectiva. Todo lo que tuve que hacer es invitarte libremente a seguirme por el sendero.




Y tú no sólo aceptaste la invitación, me cogiste de la mano y tiraste de mí para llegar cuanto antes, con una sonrisa en la cara, que jamás olvidaría, ni se borraría, porque quedó a fuego grabada. Y cada día esa sonrisa vuelve a aparecer, como un eco de las primeras, pero cada vez más intensa.


 Juntos caminamos, a veces corremos, por ese sendero. Ahora iluminado por rayos de luz, que lo hacen hermoso, como siempre debió ser. Los ojos y la sonrisa iluminados por ellos, por felicidad.




Si el camino está pareciendo hermoso, imagina cuando lleguemos a algunos lugares que vislumbré cuando era ave sobrevolando el camino de mi vida. Tú eres la llave para poder acceder a ellos, yo soy el guía. Y como tal te puedo prometer, que todo lo que verás a mi lado será digno de ver, será aquello que mereces y eres...

Será alegría y amor. Serán dos mundos unidos, será un universo común.